Cada persona tiene un don para determinado tipo de arte, algo que le permite crear o interpretar una idea o emoción y materializarlo en una obra; y la diseñadora que ha conocido diversas culturas en el mundo no es una excepción: usa una base de oveja merino del sur de chile para crear una aproximación, luego le da consistencia con gasa natural de algodón tradicional. Tras esto, cambia el modelo base y adapta el diseño a uno nuevo, más ancho por un lado, más angosto por otro, con un corte en una zona, pero sumamente unido en la otra, amasando y rolando constantemente para que ambas fibras irregulares se fusionen en un material textil aún ambiguo. Una idea aparece en su mente: "el diseño es fácilmente replicable, no posee autenticidad así que ahora haré que sea reconocible", con esas palabras y con la precisión que la experiencia le ha dado, incorpora en la obra en proceso piezas de encajes con variada textura, diseño y color, para luego incorporar pelos de alpaca del norte de chile, fibras de seda y pelo de cabra, en un caos harmónico que toma forma única dual, al ser creado para ser usado en ambos sentidos. Ahora que la diseñadora ha concluído las modificaciones que desea, lo amasa y rola con aún más cuidado pero con cierta libertad, ya que esta pieza debe fluir de forma natural; al revelar el resultado final, lo remata en diversas áreas con los movimientos de sus manos, quienes danzan sobre el curioso vestuario recién nacido y lo acarician al tiempo que le dan su toque especial. Ahora la obra textil es lavada a mano, estrujada sin aplicar exceso de presión, secada al aire libre y planchada. Increíblemente, su irregularidad no interfiere con su uso, sino que por el contrario, le da un semblante único y especial como la persona que en el futuro lo va a usar.